La revolución digital puso de relieve un tipo diferente de escasez. No es ya la escasez del ancho de banda, sino la escasez de audiencias y, en particular, la escasez de atención de parte de las audiencias “Mi expresión siempre ha competido con la tuya”; a medida que bajan los costos de distribución del discurso y cada vez más gente puede comunicarse entre sí fácil y económicamente, la competencia por la atención de las audiencias se hace más fuerte que nunca6. Un interesante efecto secundario de bajar los costos de distribución y transmisión es que puede alterar el costo relativo de recibir versus enviar información.
Aun cuando recibir información es más sencillo, enviar información puede llegar a ser incluso más económico. El ejemplo clásico es el de los correos electrónicos spam, que traslada los costos de la distribución de los hablantes a las audiencias. Puesto que tantas personas producen contenido y lo envían a todas partes, las audiencias están inundadas por enormes cantidades de información que deben compaginar, filtrar y bloquear. Por lo tanto, la revolución digital pone en el primer plano la importancia de organizar, clasificar, filtrar y limitar el acceso a información, así como el poder cultural de quienes organizan, clasifican, filtran y limitan el acceso7.