La vida breve

Le estaba diciendo a Brausen que yo he sido, hasta la fecha, tu única fidelidad. Una fidelidad especial pero que dura; una fidelidad llena de agujeros, es cierto, pero que gracias a eso puede seguir respirando

Lo malo no está en que la vida promete cosas que nunca nos dará; lo malo es que siempre las da y deja de darlas.

Que eras maravillosa, que eras el absurdo, que estabas como nadie unida al entusiasmo y al misterio de vivir.

Yo, el puente entre Brausen y Arce, necesitaba estar solo, comprendía que el aislamiento me era imprescindible para volver a nacer, que únicamente a solas, sin voluntad ni impaciencia, podría llegar a ser y a reconocerme.

Puedo ver en sueños, por lo menos, el rostro de lo que no sé

se trata de decadencia. Es otra cosa, es que la gente cree que está condenada a una vida, hasta la muerte. Y sólo está condenada a un alma, a una manera de ser. Se puede vivir muchas veces, muchas vidas más o menos largas.

Todos están iguales, y sin embargo… No es que hayan cambiado; sólo que se pudrieron un poquito más, cinco años más. Y que yo me pudrí desconectado, con distinto estilo.

Descubrí el odio y la incomparable paz de abandonarme a él.

«Ya no tengo nariz para oler la primavera —pensó bostezando—; sólo alcanzo el recuerdo, la inútil sensación de las viejas primaveras en las que acaso estuve olfateando otras ya pasadas, prometiéndome alcanzar la intimidad con un octubre futuro».

La vida no ha terminado, hay posibilidades para el olvido, podemos reconocer el olor del aire en las mañanas, podemos pasar revista a la jornada, adormecernos ignorando los antecedentes de cada recuerdo y sonreír cuando despertamos, recién separados de la felicidad del absurdo».