Cristo! ¡No sabía que fuera tan grande!».
—Sin embargo, lo mataré —dijo—. Con toda su gloria y su grandeza.
«Aunque es injusto —pensó—. Pero le demostraré lo que puede hacer un hombre y lo que es capaz de aguantar».
—Ya le dije al muchacho que yo era un hombre extraño —dijo—. Ahora es el momento de demostrarlo.
El millar de veces que lo había demostrado no significaba nada. Ahora lo estaba probando de nuevo. Cada vez era una nueva circunstancia y cuando lo hacía no pensaba jamás en el pasado.
«Me gustaría que se durmiera y poder dormir yo, y soñar con los leones —pensó—. ¿Por qué, de lo que queda, serán los leones lo principal? No pienses, viejo —se dijo—. Reposa dulcemente contra la madera y no pienses en nada. El pez trabaja. Trabaja tú lo menos que puedas».