—¿Traerías las películas?
—Sí, claro.
—Entonces, vale.
—¿Entonces, vale? —repitió ofendido—. ¿Y si te hubiera dicho que no? ¿Ya no me habrías querido?
—Claro que no, solo me interesan tus películas —respondió ella burlona.
—Acabo de abrirte mi corazón y tú lo has pisoteado, que lo sepas.
—Si te hubiera pisoteado el corazón, estarías muer...