De qué hablo cuando hablo de correr

¿Quién podría sentir aprecio (o algo parecido) hacia una persona tan carente de espíritu de colaboración, hacia una persona que, en cuanto ocurre algo, pretende encerrarse en un armario?

La lluvia ha seguido cayendo

es que ponga por escrito lo que pienso, sino que pienso mientras elaboro textos. Doy forma a mis pensamientos mediante la labor de escritura. Y, al revisar los textos, profundizo en mis reflexiones.

Primero estaba el acto de correr y luego, como algo inherente a él, mi existencia. Corro, luego existo.

Lo encontrarán extraño, pero, al final, prácticamente se habían borrado de mi mente no sólo el sufrimiento físico, sino incluso cosas como quién era yo o qué hacía en esos instantes. Sin duda era una sensación muy extraña, pero en esos momentos yo ya no era capaz siquiera de percibir hasta qué punto era extraña

Y yo me había transformado en una especie de autómata que no hacía más que mover regularmente los brazos adelante y atrás e impulsar las piernas para avanzar paso a paso.

Tal vez, en mi interior, la extenuación ya se había integrado en la —por llamarla de algún modo— «normalidad».

una extraña forma de pensar, una sensación rara. Y es que allí había un ser con consciencia intentando negar esa consciencia.

sea, que aquello era mi «estrecho de Gibraltar». A partir de ahí, salía a navegar a un mar abierto y desconocido. De lo que se extendía más allá, de los ignotos seres que lo habitaban, no tenía ni la más remota idea. Salvando las distancias, me atenazaba el mismo temor que en su día debieron de sentir los marineros de antaño.

Quizá también añada elementos nuevos a la visión que uno tiene de sí mismo. Y, como resultado, puede que los tonos y las formas del escenario de tu vida se transfiguren.