Desde tiempos inmemoriales, la filosofía ha repetido como un mantra la irreparable finitud del ser. Todos los humanos son mortales, Sócrates es humano, etcétera. Hegel sentenció famosamente en su Ciencia de la lógica que la hora del nacimiento es ya la hora de la muerte. Pero para Silicon Valley, como afirma Yuval Noah Harari, la finitud es un insignificante problema del insignificante Homo sapiens, que los iluminados de California, mediante la ingeniería tecnológica, enaltecerán a Homo Deus: una criatura posthumana para la que la muerte será (si cuenta con el dinero suficiente) una enfermedad como cualquier otra, factible de curarse gracias a la biogerontología.