Finalmente, retiró el filo, se separó de ella y Axlin pudo darse la vuelta.
Se miraron a los ojos. En efecto, se trataba de un chico de unos diecisiete o dieciocho años. Y era una persona y no un monstruo, pero aun así ella tuvo la sensación de que latía en él algo salvaje. Como ya había advertido, era atlético y de piel tostada por el sol. Su cabello, castaño con tonos rojizos, estaba tan alborotado como si acabara de levantarse