Los Niños Diabólicos

Los once niños venían hacia ellos. Silenciosos, sombríos, taciturnos e inexpresivos como autómatas. Ángeles convertidos en demonios, criaturas hechas monstruos de maldad.

—Hay motivos para ello, querida. También yo estoy asustado. Siempre asusta aquello que uno no entiende. Y esto… no logro entenderlo la verdad. No del todo, cuando menos.

Era un niño el que avanzaba hacia ellos con la muerte en su rostro y en sus palabras. Un niño bello, dulce y suave. Un monstruo de rara belleza infantil…

supo que había algo maligno en él. No sabía el qué. Y eso es lo que más le aterraba en este momento.

Tampoco. Nadie debe desear que muera un semejante. Y menos aún matarle él.

Hay que tener sentimientos. Un niño debe sentir lo malo que le ocurre a otra persona. Es de humanos sufrir, Karin.

. ¿Qué pasó?

—Ha muerto un hombre.

—¿Y eso no te preocupa?

—No. Era una persona mayor. No me preocupa. Ninguna me preocupa.

Estos chicos sí saben lo que pasa. Pero les cuesta aceptarlo como es.

No quiso añadir más. No valía la pena. ¿Por qué amargarles más, explicándoles que lo que los hombres deciden los niños jamás pueden rectificarlo