Futbolera

Los días de las advertencias médicas sobre la frágil psiquis y el cuerpo de las mujeres son parte del pasado, pero las pruebas de verificación de género, las medidas de mercado y las federaciones corruptas continúan inhibiendo el crecimiento del deporte femenino. Al mismo tiempo, la aparición de las redes sociales y una red de ONG, muchas de las cuales han criticado las exclusiones en el deporte y/o han intentado utilizarlo como un vehículo para la transformación social progresiva, ofrece esperanza para un desarrollo a más largo plazo.

el Campeonato Mundial de 1971 sigue siendo un hito en la historia del deporte femenino latinoamericano. El evento, tanto en términos de popularidad como de éxito deportivo, refuta las afirmaciones paternalistas de que el deporte femenino es un acontecimiento reciente. Así también socava la sugerencia de que el deporte femenino es impopular y no comercializable.

El hecho de que las mujeres jugaran por aplausos, mientras que los organizadores (desde la FIEFF hasta Jaime de Haro y el comité organizador) ganaran con el sudor de las jugadoras fue demasiado para Manelich Quintero, quien fue promotor del fútbol femenino durante mucho tiempo. Quintero, quien había sido pionero en escribir sobre fútbol femenino en la década de 1960 y que había formado parte de la delegación a Italia en 1970, se volvió contra los líderes del deporte.

Lo que cambió fue la percepción del deporte y la atención que recibió de la prensa. Si durante 1970 y 1971 el fútbol femenino había ocupado un espacio cada vez mayor en los periódicos mexicanos, a fines de 1971 los artículos se volvieron más esporádicos. Para 1972, el deporte desapareció casi por completo de los medios. ¿Por qué?

Los Clubes Unidos de Jalisco también decidieron ignorar la circular de la FMF y permitieron que las mujeres jugaran frente a unos siete mil espectadores831. Sin embargo, los obstáculos creados por la FMF fueron reforzados por la Confederación Deportiva Mexicana (CODEME), encabezada por el Teniente Coronel Antonio Haro Oliva. Haro reprendió a la asociación femenina por asistir al torneo en Italia sin primero afiliarse a la FMF832. También se negó a reconocer la existencia de la Federación Internacional Europea de Fútbol Femenino.

La familia de Elvira Aracén pensaba que, dado que México era una “sociedad machista” y el fútbol era un juego de hombres, el hecho de que las mujeres jugaran al fútbol era como “meter las narices donde no correspondía”. Aun así, no intentaron detenerla, quizás porque cuando comenzó a jugar ya era adulta788.

El jugador de la selección nacional masculina, Enrique Borja, prestó el equipamiento necesario, mientras que el Dr. Arturo Heredia, del Centro Médico de la UNAM, ofreció atención médica al equipo de forma gratuita779. Al final el combinado recibió el apoyo de dos instituciones. El General Alfonso Corona del Rosal, jefe del Departamento del Distrito Federal, encargó a su oficina la provisión de uniformes y ropa de viaje, mientras que el Departamento de Actividades Deportivas de la UNAM, encabezado por Gustavo Moctezuma, también ayudó a equipar a las jugadoras780

Las atletas notaron la importancia de la solidaridad que sentían entre jugadoras, lo que representaba uno de los aspectos más amenazantes del fútbol femenino. Dadas las normas patriarcales del país y las vías limitadas para la solidaridad femenina, la unidad forjada en la cancha iba demasiado lejos

El rápido crecimiento del fútbol femenino en México se basa, por un lado, en el desarrollo popular y, por otro, en la atención que los periodistas dieron a este deporte a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Según referencias dispersas en las revistas La Afición y Esto, el fútbol femenino mexicano comenzó a fines de la década de 1950, pero permaneció relativamente aislado.

Algunos buscaron crear un espacio para que las mujeres jugaran al balompié, otros vieron el deporte como una oportunidad de negocios, mientras que otros creían que era el mejor camino para la educación física de las mexicanas