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Gutierre Tibón

El ombligo como centro cósmico

  • J Perezhas quoted3 years ago
    El ombligo y el origen de las almas. El ombligo humano, reflejo del celeste. El ombligo, último toque de perfección con que las manos divinas acaban el cuerpo humano. El ombligo, boca del pequeño cuerpo en la vida prenatal que por él, sólo por él, chupaba su delicado alimento. El ombligo que perteneció al desdichado Andrógino, antes de la separación de los sexos, y que, dividido en dos mitades, quiere reunirse con la otra para restablecer la prístina unidad del género humano. El ombligo, punto de soberana voluptuosidad. El ombligo, contemplado por los hesicastas, que saben cómo hacer brotar de él la luz increada del Tabor.

    SUPERSIC

  • J Perezhas quoted3 years ago
    Bonaventure Des Périers

    Autor

  • J Perezhas quoted3 years ago
    En Yo vivo, pequeña joya literaria de Max Aub, encuentro este pasaje: “¡Oh, muslos suaves, y la blanca dorada superficie lunar del vientre, con la enroscada cueva del ombligo!” (figura 40).1
    Podría ser un versículo bíblico del Cantar de los Cantares. El amante ve en el vientre de la amada el ombligo de la Luna. Cuando Aub escribió Yo vivo (Valencia, 1934-1936) ignoraba la existencia de un lugar del mundo que significa, precisamente, “ombligo de la Luna”: México; y México habría de volverse, poco después, su nueva patria.

    SUPERSIC

  • J Perezhas quoted3 years ago
    EL OMBLIGO EN LA HAUTE COUTURE
    No sólo los bikinis llamaron la atención del mundo masculino sobre algo tan injustamente negligido como el ombligo, orgullo de la Sulamita, Venus y Onfalia, sino la moda. Lo que es bueno en la playa no puede serlo menos en la ciudad. Ésta fue la idea de Courrège, creador de haute couture parisiense. El problema era cómo lograrlo. Courrège ideó un par de slacks de escamas argénteas con una amplia crinolina abierta por delante, que dejaba al descubierto un triángulo de vientre, y, desde luego, el ombligo. Algo picantísimo. ¿Su costo? 3 695 dólares (figura 37). En el ombligo se concentran, por supuesto, todas las miradas.6 Courrège considera que el triángulo con ojo, algo ya visto en circunstancias tan diferentes y de orden místico contribuye al éxito del modelo.7

    Nota

  • J Perezhas quoted3 years ago
    BOMBAS ONFÁLICAS EN YUCATÁN
    Todas las señales sexuales, observa un conocido antropólogo, están virtualmente en la parte anterior del cuerpo: en primer lugar, los ojos, la expresión del rostro; la nariz con sus aletas vibrátiles; los labios; el mentón; la hoyuela; los senos de la mujer. De aquí el autor de El mono desnudo brinca hasta el vello púbico, y lo que sigue, olvidándose por completo del ombligo.
    Como se observó, el ombligo no es prerrogativa sexual femenina, ya que es idéntico en ambos sexos; ésta es la razón por la cual la mayoría de los hombres ve el del sexo contrario con indiferencia, sin reconocerle valores eróticos. Pero el mero hecho de percibirlo presupone cierta intimidad femenina: la desnudez de parte de su vientre. Entre muchos ejemplos de esta verdad valga esta “bomba” yucateca, amable y ligeramente pícara. Las cuatro palabras que se riman en la cuarteta son mayas; la bomba tiene un encanto especial por el mestizaje poético de ambos idiomas.

    SUPERSIC

  • J Perezhas quoted3 years ago
    DELFOS, ES DECIR ÚTERO
    Encontramos una demostración lingüística de esta prístina equiparación en el nombre del lugar en que se hallaba —y se halla— el omphalós más famoso de todos los tiempos: Delfos, ombligo del mundo. Delphús es útero, según Hipócrates, Aristóteles y otros autores helenos.18 El “pez” vivíparo delfín es delphís; obviamente, por representar a Venus, es símbolo del útero.19 Delphax es marrana, cerda, derivado de una voz que significaba matriz, vientre, de donde el sentido de “animal materno”.20 Adelpheós, término ya usado por Homero, es couterino, es decir hermano.

    SUPERSIC

  • J Perezhas quoted3 years ago
    Según san Hipólito de Roma (siglo III) la forma de cielo y tierra, tal como la concebían los herejes setianos,14 se parecía a un útero (metra) con el ombligo en el centro.

    SUPERSIC

  • J Perezhas quoted3 years ago
    IDENTIDAD DE OMBLIGO Y MATRIZ
    La creencia infantil del ombligo como orificio del cual salen los niños obedece a un simbolismo arquetípico: el de la identidad de ombligo y matriz como centro de la vida. Este simbolismo engloba inconscientemente el de la naturaleza femenina de la tierra, madre por antonomasia.6 Pare, cada amanecer, el Sol; pare la Luna y las estrellas; pare las plantas y los alimentos; es madre de todo. El ombligo, centro desde el cual ha sido nutrido el ser humano en su existencia prenatal, se equipara con la matriz, no sólo de la mujer, sino, antropocósmicamente, del universo.
    Lo femenino que alimenta se traduce esencialmente en los pechos: en la cerámica antigua hay mil vasos que los representan. Con todo, los jarros que tiran a la forma redonda son representación del vientre materno; a menudo llevan en el centro un círculo en que coinciden el ombligo y el sexo femenino.
    Así se explica la convergencia de los términos que denominan ombligo y útero en varias partes del mundo: como el nábhila sánscrito, hoyuelo umbilical, pero también región pudenda;7 Cuzco, ombligo, que en quechua actual equivale a vagina;8 cierta sorprendente metáfora zapoteca;9 el pito pascuense, ombligo y útero;10 y sobre todo el nombre de Delfos, el centro umbilical por excelencia en el mundo clásico, que significa útero.11

    Nota

  • J Perezhas quoted3 years ago
    El mito de la divina pareja lunar-solar y el de Afrodito nos aclaran un hecho por obvio no menos revelador: la bisexualidad del ombligo. Por ser andrógino, se funden en él los dos sexos y vuelven a adquirir en el centro del cuerpo su platónica unidad originaria. Es el sello que marca nuestro nacimiento, igual en los varones que en las hembras, y es el estigma de nuestra vida prenatal. Es allí por donde nos llegó nuestro alimento antes de nacer. Es la puerta del misterio de nuestro nacimiento que se cierra cuando llegamos al mundo.
    Durante toda nuestra existencia exhibimos la cicatriz de la herida que sufrimos cuando la luz nos arrancó para siempre de la quietud del claustro materno; pero también gozamos de la luz, y vemos en el ombligo el símbolo de la alegría de haber nacido. Así parece explicarse la vaga sonrisa que suscita, sólo al pronunciarla, la palabra ombligo.
    Desde luego el ombligo cambia de esencia, de carácter, cuando pertenece al bello sexo. Como lo probamos en las páginas precedentes, es parte del atractivo del cuerpo femenino, imprescindible ornamento del vientre. Así como las areolas masculinas son neutras, meras decoraciones del pecho, sin más trascendencia, también lo es el ombligo viril. La mítica ambivalencia del ombligo converge en el ámbito puramente femenino; es un llamado erótico más.

    Nota

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