Novelas escogidas (1982–1998)

el mundo había dejado de girar y yo había quedado en el lado oscuro. Nunca más vería el sol. Desde entonces me levanto a mirar la noche, las ventanas de los edificios parecen las cuencas de muchas calaveras, me recuerdan que soy mortal y que lo que me sucede es pasajero…

“Ni siquiera tengo dinero para suicidarme…”, se dijo, sintiendo que estaba en una orilla y que del otro lado la locura le hacía gestos. Se quedó quieta, no encendió la luz; las tinieblas la cobijaban, sentía vergüenza de ser mirada y de mirarse a sí misma. El tiempo no pasaba.

¡Dolor de viuda mucho duele y poco dura!

“Nadie escucha los presagios y nadie acepta las visiones mágicas”

Se le ocurrió pensar que el mal era una vocación, un conocimiento perverso del hombre,

Se le ocurrió pensar que el mal era una vocación, un conocimiento perverso del hombre,

Ivette quedó al
cuidado de la casa cerrada. Cora entonces dedicó sus esfuerzos a enviar cartas enormes en las que predicaba la paz, la serenidad y el amor.

—¡Cora es admirable! —repitió muchas veces Geneviève.

—Ya podía aconsejar menos y pagar más —refunfuñaba Ivette.

A las mujeres que se equivocan, como nosotras, nos marcan con la letra escarlata y es inútil huir.

Recordó: “Los curiosos viven poco”

—Yo no me debería haber casado. Debí continuar mis estudios y trabajar. ¡Fue una locura!