—Aunque no me haya portado siempre como uno, soy un hombre. Un hombre que te anhela —empezó, con la voz inyectada en pasión—. Dejaré que hagas conmigo lo que quieras, Abigail, porque te amo tanto que aunque este desenlace fuera inevitable, aunque debería acostumbrarme porque sé que nunca dejaré de hacerlo, aunque tendría que saber que ya no seré yo mismo si no lo hiciera, jamás podré hacerme a la idea de que pertenezco al ser más bello de la tierra. Te amo tanto que me das miedo y me asusta perderte de una manera que me asfixia, pero he descubierto que ni siquiera eso me aterra tanto como no tenerte a mi lado. Así que cásate conmigo. No porque quiera curarte de la enfermedad de la melancolía, para poder hacer mío tu cuerpo y explorar los confines de tu mente; cásate conmigo porque necesites salvarme de la soledad, la pena y el infierno tanto como yo te necesito a ti.