Cuando Sirenia traiciona a Malverde en el tiroteo final, él la castiga de la forma predecible: la acuesta sobre los 30 millones de dólares que ha cobrado por localizar la cocaína, y le explica su concepto de la justicia: “—Debería matarte y luego violarte. No tengo nada contra la necrofilia, menos si el cuerpo está aún caliente. Podría hacerlo al revés, pero no pondrías nada de tu parte para hacerme gozar” (121). Así, narra otra vez una violación anal, y remarca la actitud sumisa de la castigada a pesar del evidente dolor que siente: “Consciente de su tremenda falta se mostraba dócil, sumamente dócil, su vida dependía de mi olvido, ese olvido dependía de cuán servil perra jariosa se mostrara” (121).