Palmira, refugiada en su cuidado jardín y habitando apenas una pequeña parte de su magnífica mansión, ha ido poco a poco alejando de sí a todo aquel que significó algo en su vida. Es una mujer fatigada, seca y vacía, a la que su familia ha dado por perdida. El suicidio de su hijo y el rencor de su hija se convierten en un revulsivo que hará que desee aventurarse más allá del jardín, a dar a los demás el amor y la ayuda que no supo dar en su momento. Tras ejercer un tiempo de enfermera en el barrio de chabolas de Sevilla, decide marchar a un pequeño y desabastecido hospital Ruandés. Allí conocerá el amor puro, carnal y sincero.