En el año 248, Roma se prepara para celebrar con gran esplendor el milenario de su fundación, tras haber conseguido establecer la paz con los persas de Oriente merced a la hábil gestión de los embajadores imperiales. Uno de estos emisarios es Félix de Lusitania, que regresa de su misión en Tesifonte después de haber arrostrado todo tipo de peligros. El joven embajador se integra en una peregrinación de cristianos a Aelia Capitolina, la antigua Jerusalén; sin embargo, al llegar al Gólgota, el protagonista descubre qué no quedan restos visibles del primer cristianismo y, desencantado, decide regresar a Roma. Allí, entre la corrompida burocracia imperial. consigue ganarse la protección del senador Decio, quien le facilitará el indreso en el flamante ejército imperial. En Roma, las fastuosas celebraciones intentan ganarse el entusiasmo popular, pero la guerra contra los bárbaros es inevitable: el ejercito Romano, y con él Félix, parte hacia el Danubio. De Jerusalén a Roma, pasando por las regiones danubianas, hasta llegar al África Proconsular. La inquietud vital de Félix le lleva a ser protagonista de un momento crucial de la historia: el declive del imperio Romano.