Lee junto a Chica Eléctrica

Un libro raro y bello. Y breve. Suelo confiar en lo que edita Fiordo. “Yo sé lo que sé” es la historia de una mujer común con un trabajo extraordinario: entrena caballos de carreras."Yo sé lo que sé" es un registro de lo que fue aprendiendo en esa conversación diaria y silenciosa con los animales.

Leí algunos libros de Solnit y éste fue uno de los que más me gustó: una combinación de pequeños ensayos y crónicas sobre el acto de viajar y de la manera en que a veces perdiéndonos nos podemos encontrar. El capítulo sobre el explorador Alvar Nuńez Cabeza de Vaca es fascinante. Lo recomendé mucho.

Volví de China con ganas de entender su filosofía, el sustento moral que hace que 1400 millones de personas puedan convivir de manera civilizada y, hoy, próspera. No había leído nada sobre el taoísmo, solo sabía conceptos sueltos: fue mi punto de partida.

Soy lectora de biografías, me interesan sobre todo las de escritores que me gustan. Me completan su obra. Sontag fue una de las últimas que leí, este verano, un trabajo muy ambicioso de Benjamin Moser que muestra a Sontag con todos sus claroscuros y contradicciones.

De lo último que leí. Tenía a Federico Falco pendiente, solo había leído algunos cuentos sueltos. Los llanos es una novela “campera”: o la manera en que un hombre atraviesa un duelo amoroso refugiándose en un pueblo bonaerense desierto y cuidando una huerta. "La naturaleza tiene un lenguaje hecho de recurrencias. Aprender a leerlo implica saber detenerse, tomar nota, reconocer, mirar de cerca".

Amo recorrer la Argentina y su rosario de pueblos anónimos de la mano de Hebe, esa escritora que desconfiaba de los aviones y prefería viajar en ómnibus “tierrita” y charlar con la gente común. Llegaba a un lugar y preguntaba con quién podía hablar o se tomaba un café y veía que le deparaba el día. Hebe me parece la forma excelsa de viajera: eso es para mí viajar, ir a donde no van los turistas, mirar lo que no miran los turistas.

Tras las puertas de la cocina de un restaurante pasan muchísimas cosas… y pocas son aptas para todos los públicos. pero eso a un cocinero tan atrevido como anthony Bourdain no le importa lo más mínimo. Con un estilo desenfadado y sin pelos en la lengua, el mediático chef explica en este libro su increíble vida en el mundo de la restauración, donde no siempre la comida es la estrella.

Me da vida saber que todavía no terminé Mi lucha. Son seis libros, leí los cuatro primeros en un lapso de diez años. El primero, La muerte del padre, en el aeropuerto de Ezeiza, mientras esperaba un vuelo al que no pude subir. Evangelicé a toda mi familia con Karl Ove: mi papá, mi mamá, mis hermanos lo leyeron y se convirtió en un tema recurrente en nuestras charlas, como alguien a quien todos conocemos, como alguien muy cercano. Lo que hizo con su infancia en este libro es una maravilla. Obra inmortal del que, a mi me parece, es el escritor más grande de estos tiempos.

No me gusta Clarice Lispector como novelista o no me gusta aún, no pude entrar a ninguna de sus ficciones. Pero soy devota de Clarice Lispector cronista. Uso sus crónicas como una especie de I Ching, muchos días abro en cualquier lado el libro y veo que me quiere decir. Siempre encuentro algo que me sirve. Me conmueve su manera de vivir tan a flor de piel.

Cuando supe que me iba a China empecé a buscar libros que la tuvieran como tema. Me recomendaron Viento del Este, de Liliana Villanueva. Lo leí en el vuelo de 30 horas para ir metiéndome en clima: pre-anunció algunas de las cosas que viví después, como el hecho de que te miren y que te hablen como si hubieras llegado de otro planeta. Una sensación curiosa.

“Si en Occidente la materia se eleva con la luz, en el Oriente la sombra y el claroscuro son la fuente de la belleza sutil de las cosas”. Una de las tantas frases del libro que subrayé.