al llegar a la década de 1960 surge un movimiento de reflexión crítica sobre la práctica que busca una evangelización más efectiva que aúne esfuerzos dispersos y responda a las necesidades específicas de la situación latinoamericana. Este examen autocrítico va acompañado de un esfuerzo por forjar una teología en la cual pudiera basarse un nuevo impulso, determinado por la urgencia de la situación revolucionaria.