La sentencia es pronunciada a la una menos cuarto: muerte.
Enseguida son conducidos a la cárcel de Stadelheim. Sus padres, que han llegado de Ulm durante el juicio, logran —parece que gracias a la intercesión de aquel que había interrogado a Sophie— entrar a saludarles. Cuando se retira Hans, entra su hermana. «Sonreía continuamente, como si mirara al sol. Aceptó de buen grado y alegremente los dulces que Hans había rechazado. “Oh, sí, los tomo con gusto; todavía no he comido”»[13]. Su madre, entre lágrimas, le dice: «Sophie, ya no te volveré a ver entrar por la puerta de casa…». Ella le contesta: «¡Qué importan esos poquitos años, madre! ¡Nos encontraremos en la eternidad!».