En el prólogo a El hilo perdido, Rancière define muy claramente su propuesta: allí advierte que la ficción no es la invención de mundos imaginarios; no pueden explicarse sus estructuras como expresión deformada de los procesos sociales, sino como “una estructura de racionalidad: un modo de presentación que vuelve perceptibles e inteligibles las cosas […] un modo de vinculación que construye formas de coexistencia, de sucesión y encadenamiento” (2015: 12).