Jens Andermann

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    la trama de la arquitectura moderna latinoamericana, el jardín representa así la
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    zona de contacto entre el espacio construido y un «paisaje nacional» que la arquitectura puede abarcar prospectivamente como zona de expansión futura, precisamente al dejarse atravesar por ella. El jardín marca el paso desde la visión exterior y distante del viajero corbusierano a lo que, con Heidegger, podríamos llamar coligación: como el puente que, al poner en relación la corriente del río, los barrancos y las orillas, «coliga la tierra como paisaje en torno a la corriente» (Heidegger, 1994: 5), el jardín del paisajismo latinoamericano establece en la juntura entre arquitectura y entorno un «paisaje» al mismo tiempo nacional y cosmopolita, simultáneamente moderno y natural
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    Más que tomándola (como hacen los textos de Ocampo, de Lins, de Vasconcelos o de Warchavchik) como un hecho irrefutable y previo a la inscripción arquitectónica, habría que interrogar a esa naturaleza por su función ideológica y formal en la composición espacial y por el tipo de vínculo que esta última proponía construir con su entorno a través de esa enunciación de su naturalidad. ¿Cuáles eran, pregunto, las «naturalezas americanas» en las que proponía asentarse la nueva arquitectura? ¿Cómo las enunciaban los edificios y cómo proponían integrarlas como paisajes al espacio habitado
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    «Jardines»: en el jardín, dice Barragán, «el arquitecto invita a colaborar con el reino vegetal. Un jardín bello es presencia permanente de la naturaleza, pero la naturaleza reducida a proporción humana y puest
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    servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo» (Barragán, 2000: 59). Como «lugar de reposo, de placer apacible», el jardín surge de una doble operación de recorte: del entorno natural cuyas proporciones excesivas superan la cognición humana, y también del mundo contemporáneo, de un entorno social que es percibido como agresivo, susceptible a la intrusión de una otredad indefinida que exige compartir el espacio del Yo. «Debemos devolver al hombre, por medio del jardín privado, el tesoro de tener una mayor vida privada»
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    «Lo que debe contener un jardín bien logrado», concluye Barragán, es «nada menos que el universo entero» (2000: 60)
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    Lo que expulsa la naturaleza amurallada y miniaturizada del jardín, entonces, es el horizonte abierto de una natural
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    El jardín, nos recuerda Martin Jay (2007: 58), fue incluido por Foucault entre las llamadas heterotopías, lugares física o simbólicamente apartados en función de acoger espacialmente momentos y fases de crisis y transición (como los internados y las chozas menstruales), de excluir del continuo espacial lo desviado y ominoso (como los hospitales, las prisiones y también los cementerios) o de superponer en un solo lugar físico temporalidades y espacios desgarrados e incompatibles (como los jardines, los teatros y los museos) (Foucault, 1994: 752-762).
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