Fulvio Franchi

la ganancia (porque la única ganancia de cualquier sentimiento nuestro es su máxima acumulación) – la ganancia era mía.

Si no me equivoco, durante aquella velada vi por primera (y única) vez a la poeta Lvova. No muy alta, vestida modestamente de azul, de ojos-cejas-cabello negros, con un fuerte rubor en el rostro, con aspecto muy estudiantil, muy juvenil. Su postura erguida, opuesta a la inclinación de Briúsov. Una perfecta visión del hombre y la mujer: frente a la altivez del orgullo por é l – la condescendencia del orgullo por s í m i s m a. La sensación de felicidad plena de ella, apenas contenida.
Él – la cortejaba.

si hubiese pasado por encima de sí mismo – habría podido valorar debidamente lo irrepetible de estas circunstancias…

Había olvidado que su corazón es sólo un velador,
¡no una estrella! ¡Lo había olvidado!

Si estuviera por morir y me preguntasen
“¿En qué consistió tu buena acción?”
Diría: “Mi pensamiento aquel día de mayo
a una mariposa no deseé la perdición”.
Balmont.25

Camaradas, la más famosa poeta de nuestros días… Resulta ser la poeta…
Yo, detrás de su espalda, a media voz, pero claramente: – ¿Lvova?
Con la contracción de los hombros, y casi en un grito: –¡Ajmátova! ¡Resulta ser la poeta A n n a A j m á t o v a!
Esperemos que la revolución social brotada en todo el mundo y ya acontecida en Rusia se refleje en la creación femenina. Pero por el momento sigo afirmando que todavía no se ha reflejado y las mujeres siguen escribiendo todavía sobre el amor y la pasión.

Y era extraño: la sala no se molestaba por la espera, la sala no precipitaba los acontecimientos, la sala no se apuraba, no quería versos, la sala se sentía feliz – así.

Alrededor de los grandes yo siempre daba vueltas, los r o d e a b a como un planeta a otro planeta. ¿Agregarles a la montaña de su propia carga vital y espiritual otra montaña de mi amor? Porque, si no fuera para el amor, ¿para qué otra cosa necesitamos encontrarnos? Para otras cosas existen los libros. Y si no es una montaña (la tomo en todas sus dimensiones), ¿entonces qué clase de amor es?

Así que, a la pregunta: “¿Y esto, nada más?”, mi respuesta es: “¡sí, pero de qué modo!”

Yo diría que la tierra bajo los pies de Balmont está siempre elevada, es decir que él ya camina por un primer cielo bajo la tierra.

(No es a ti, querido, a quien le tenía miedo, sino – a afligirte, aunque sea por un momento. Pues la pipa estaba llena – por amor).