La sonrisa de compasión de la señora Rawson se tensa, y Jeanie advierte que la mujer quiere salir de allí en cuanto la educación se lo permita. Jeanie también quiere que se vayan; necesita estar a solas con sus pensamientos aleatorios, que ahora, con estas personas en la casa, tiene que controlar. Rawson, sin embargo, parece ignorar, deliberadamente o no, los deseos de su mujer, y se sienta en la banqueta del piano —el pelo de caballo queda a la vista a través del cuero desgarrado— y toca parte de una melodía con la mano derecha, un trino que suena como a musical antiguo. De inmediato, Maude se levanta y ladra, y Rawson baja la vista hacia la perra.