es
Books
Claire Fuller

Tierra inestable

Con sensibilidad e inteligencia, Claire Fuller compone un relato desgarrador sobre la pobreza rural en el siglo XXI. Sus personajes luchan por salir adelante en una sociedad que no es del todo consciente de haberlos dejado atrás.
Los mellizos Jeanie y Julius tienen 51 años y viven con su madre, Dot, en una casa antigua en mitad de la campiña inglesa. Julius sobrevive gracias a empleos ocasionales; Jeanie apenas sabe leer ni escribir. No tienen internet, televisión ni cuentas bancarias. Ninguno de los dos tiene pareja. Tampoco tienen padre: murió cuando eran niños. Cultivan verduras en su huerto y, cuando cae la noche, tocan sus instrumentos y cantan juntos. Sobreviven con poco y no necesitan más: su casa es a la vez su armadura contra el mundo y su santuario. Pero cuando Dot muere de forma repentina, todas las cosas de las que siempre han prescindido pasan a ser indispensables. Jeanie y Julius se enfrentan a un mundo desconocido e inabarcable y, cuando los secretos de Dot comienzan a salir a la luz, todo lo que creían saber sobre sus vidas se desmorona.
CRÍTICA
«Una novela hermosa. Su obra más potente hasta el momento.» —Melissa Katsoulis, The Times
«Una oscura saga familiar marcada por el amor ilícito, la violencia y las deudas de sangre.» —The Wall Street Journal
«Fuller explora las dolorosas realidades de la pobreza y el aislamiento social con una sensibilidad inmensa.» —The Guardian
«Maravilloso. Un libro bellamente construido con personajes apasionantes. Estoy convencido de que no leeré uno mejor este año.» —Ron Rash, The Boston Globe
«Esta absorbente novela nos perturba con su excelente evocación de la fragilidad de la vida mientras nos enraíza en los poderes curativos del amor, la lealtad y la generosidad de la naturaleza.» —The Independent
«La prosa de Fuller es sombríamente elegante; su ojo para los personajes, astuto y humano; su conocimiento del lugar, vívidamente atmosférico. He aquí una escritora de gran habilidad, sensibilidad y sutileza.» —Lucy Atkins
«Un thriller atmosférico que es a la vez desgarrador y conmovedor.» —Red Magazine
«Oscura, brillantemente cuidada y, en última instancia, una historia en la que el amor sale victorioso.» —The Telegraph
325 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2023
Publication year
2023
Have you already read it? How did you like it?
👍👎

Quotes

  • Lucas Molina Munerahas quoted11 days ago
    Durante varios minutos, la moto de cross dibuja círculos alrededor del bosquecillo y con cada vuelta parece acercarse más a la caravana. Y entonces el motor se apaga y Jeanie oye voces de hombres gritando. Se arrodilla junto a la puerta y hace un esfuerzo por tender el oído, todavía con el atizador en la mano. No distingue las palabras, pero capta el tono. Rawson, piensa, y alguien más... ¿Nathan? Silencio durante una, dos, tres respiraciones y un chillido que podría ser un nombre. Luego un único disparo. Tan fuerte y tan cerca que se sobresalta, se golpea contra la pata de la mesa y termina acurrucada en el suelo con los brazos alrededor de la cabeza. Toda ella es corazón y sangre que bombea. De fuera le llega el reprís de la moto, un acelerón, y se aleja, cada vez se oye más bajo hasta que le parece que está en el camino, y luego desaparece. Aun así, se queda acurrucada en el suelo de la caravana, esperando.

    No percibe nada más, salvo las gotas de agua que caen con fuerza sobre el techo de la caravana. Se pone a gatas y, por fin, se levanta. Vuelve a tender el oído. Silencio. Con el atizador en una mano, descorre el cerrojo y empuja la puerta para abrirla: la hoguera, el refugio improvisado con la lona, las hojas moviéndose en la oscuridad, el olor a tierra húmeda. En la noche, nada parece haber cambiado.
  • Lucas Molina Munerahas quoted11 days ago
    —Vuestra madre nunca me debió dinero —dice—. Nunca me debió nada. Tienes razón: nunca le pedí que pagara alquiler, no desde que murió vuestro padre.

    Jeanie exhala profundamente. No quiere oír nada más; solo quiere que se vaya.

    —Y no sabes cuánto lamento lo del desahucio. Eso fue cosa de Caroline. Insistió en que nos fuéramos de viaje, para tratar de arreglar las cosas, dijo, pero organizó el desahucio en mi ausencia. Debería haber ido a veros en cuanto regresé para daros una explicación, pero bueno, teníamos muchas cosas que resolver. Caroline estaba enfadadísima. Nunca la había visto así. Le prometí… Se lo prometí tantas veces.

    Jeanie no quiere oír lo que le prometió a su mujer. No quiere oírlo. Pero él sigue hablando.

    —El caso es que Caroline se enteró. De lo mío con Dot. —Se le quiebra la voz cuando dice su nombre y por un momento Jeanie ve al hombre infeliz que hay debajo de la persona a la que siempre ha odiado—. Todo empezó más o menos un año después de que vuestro padre muriera…

    —De que usted lo matara —dice Jeanie.

    —Bueno —replica—. Podemos entrar en todo eso si quieres, pero no es tan sencillo como os hicieron creer. Esa fue una de las condiciones de vuestra madre.

    —¿Qué significa eso? —pregunta con agresividad.

    Rawson desvía la mirada, no responde, y Jeanie hace una bola con el sobre. El ruido de fuera proviene del motor de una moto de cross.

    —¿Se ha traído a sus amigos?

    Rawson tiende el oído.

    —Eso no tiene nada que ver conmigo.

    Jeanie va hasta la puerta y echa el cerrojo. Prefiere estar dentro con Rawson que arriesgarse con quien sea que esté allí fuera.

    —Sabíamos que estaba mal —dice—. Yo estaba casado. Le pusimos fin muchas veces, y se lo prometí a Caroline. Le prometí que no volveríamos. Dot también se sentía mal. Pero no podíamos parar. Yo la quería —dice, y su voz se vuelve más suave y más lenta—. Siempre que vuestra madre podía escaparse, nos veíamos. Si Caroline estaba fuera, Dot venía a casa. A menudo solo hablábamos, tocábamos el piano. A veces solo conseguíamos vernos una vez al mes.

    Jeanie quiere taparse las orejas con las manos como una niña. Su madre y este hombre. No puede ser verdad, aunque ella sabe que lo es, de algún modo siempre lo ha sabido. Gira la cabeza, no es capaz de mirarlo, pero deja que siga hablando.

    —La quería —repite—. Y ella también me quería. Lo sé. Tal vez solo fuera para escapar de la rutina diaria de ganarse el sustento, de cuidar de vosotros dos sin un marido que la ayudara, de llevar una casa, pero me gusta pensar que fue más que eso. Hablábamos de la granja, del huerto, de lo que pasaba en el mundo, de la casa. Quería renovarla, poner tuberías decentes, volver a techarla, pero ella pensaba que tu hermano y tú sospecharíais.

    »Tenía opiniones fuertes, vuestra madre. Ideas interesantes Y le gustaba hablar de ti y de Julius. Os quería mucho a los dos.

    Jeanie no puede soportar el temblor en la voz de Rawson, la ternura, el dolor.

    —Muchas veces pensamos en estar juntos de verdad, pero... bueno, a Caroline y a mí nos pasaron algunas cosas hace mucho tiempo y al final no fui capaz de hacerle eso, dejarla. Y vuestra madre decía que debía cuidar de ti, y de Julius, por supuesto. Era una promesa que se había hecho a sí misma; nunca me contó por qué. Pero le encantaba tenerte en casa con ella.

    —Nada de eso es posible —dice Jeanie enfadada—. No le creo. —Una imagen de la alianza de su madre en el alféizar de la ventana del lavadero pasa por su cabeza, e incluso mientras habla comprende que ella y Julius fueron los últimos en enterarse.

    —Como creo que te dijo Caroline cuando por desgracia vino a verte, en casa hay un talonario de recibos. Era una broma entre Dot y yo: firmaba con sus iniciales junto a cada fecha. Cuando se puso enferma, vernos se volvió más difícil. Estaba muy preocupado por ella, pero no me dejó ayudarla. Supongo que se sentía culpable por no darme nada a cambio de la casa, así que me ofreció dinero. Yo no quería su dinero. Solo la quería a ella.

    Jeanie siente un picor en la nariz y el latido de la sangre en sus oídos.

    —Yo siempre le decía que la casa era suya, y vuestra, por supuesto, mientras Julius y tú lo necesitarais. Le decía que se la cedería legalmente, pero ella no quería. Era una mujer tremendamente obstinada cuando quería, no aceptaba nada de nadie a menos que ella diera algo a cambio. Pero no le dije a Caroline que Dot no pagaba alquiler; le enseñé el talonario de recibos y ella creyó lo que quiso creer. Y luego, cuando Dot murió, todo salió a la luz, que nunca había pagado alquiler y que seguíamos enamorados —termina diciendo con una especie de sollozo.

    Jeanie se lleva los dedos al corazón, pero ya no es capaz de controlar la voz.

    —Y así, sin más, porque se siente culpable o porque está sufriendo por no sé qué narices, ha venido a ofrecernos la casa. ¿Es eso?

    —Quiero hacer las paces. Arreglar las cosas entre nosotros. Julius y tú podéis volver a casa, y yo... Bueno, me gustaría invitaros a los dos a que me visitéis de vez en cuando, si os apetece. Caroline no está, nos hemos separado temporalmente, a ver qué pasa. Dot hablaba mucho de ti y de tu hermano. —Sus manos se encuentran y sus dedos se retuercen—. Me temo que no me he expresado bien. —De repente mira a Jeanie directamente, y ella le devuelve la mirada a la luz de las velas—. ¿Qué opinas?

    —¿Que qué opino? —grita Jeanie—. Creo que quiere conseguirse una familia. ¿Se siente un poco solo, ahora que su mujer se ha ido y su amante está muerta?

    Rawson da un paso atrás.

    —Quiero ayudaros. Sois los hijos de Dot, y de Frank, por supuesto, y quiero estar conectado con ella de alguna forma. Solo eso.

    —Fuera de aquí.

    Él no se mueve.

    —¡Fuera! —Le tira el sobre arrugado, pero este ni siquiera lo roza, solo cae a sus pies.

    Rawson permanece inmóvil y Jeanie, sin apartar los ojos de él, se acerca al cajón de la cocina. Lo abre de un tirón y hurga dentro con la mano. Sus movimientos sacan al hombre de su enraizamiento, como si un vendaval viniera hacia él, y de repente se libera y se abalanza sobre la puerta de la caravana buscando a tientas el cerrojo, mientras Jeanie se vuelve hacia el cajón y encuentra el atizador. Lo saca y lo zarandea en el aire con la punta hacia arriba y hacia adelante. Rawson ha desaparecido en la oscuridad del bosquecillo y la puerta, abierta, gira sobre sus goznes. La lluvia ha cesado, pero por todas partes se oye el repiqueteo de las gotas que caen de las hojas y, de nuevo, el ruido de la moto. Jeanie vuelve dentro, echa el cerrojo de la puerta otra vez y apoya la frente contra ella, sosteniendo el atizador con ambas manos.

    Treinta y ocho años, piensa. El hombre que mató a su padre. No puede creerlo. No puede. No piensa hacerlo.
  • Lucas Molina Munerahas quoted11 days ago
    —Pero aun así nos desahució. —Ella escupe la última palabra y él se estremece.

    —Eso no fue cosa mía. Caroline insistió en que fuéramos...

    Ella lo interrumpe.

    —Y de todas formas, ¿qué sabe usted de mi madre? —Jeanie da un paso adelante, dispuesta a echarlo.

    —Más de lo que crees. Te pareces mucho a ella.

    —Usted no sabe nada. Y no sé por qué ha venido, pero ahora tiene que irse.

    Él no se mueve.

    —Dot quería un hogar —dice—. Tener a su familia alrededor, un poco de terreno, sentir el sol en la piel. Lo que muchos queremos, a fin de cuentas.

    —¿Para eso ha venido? ¿Para contarme cosas sobre mi madre que yo ya sé?

    Rawson se frota las manos con nerviosismo, como si se estuviera preparando para algo.

    —Me gustaría que volvierais a la casa.

    Me está tentando con un gusano bien gordo que esconde un anzuelo, piensa, pero la criatura de su corazón salta para tragarse el cebo.

    —¿A cambio de qué? ¿De un alquiler? Nunca pagamos alquiler, y usted sabe perfectamente por qué. Y su mujer tiene el descaro de venir a decirnos que le debemos dos mil libras. ¡Dos mil libras! Qué locura. ¡Y luego, encima, no acepta el dinero! —Jeanie va hasta el armario, saca el sobre de debajo del papel pintado y lo zarandea frente a él—. Así que, dígame, ¿qué es lo que quiere esta vez? No quiso aceptar el dinero que mamá le pidió prestado, así que, ¿por qué debería creer ahora en su puñetera oferta?

    Rawson se pasa la mano por los ojos.

On the bookshelves

fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)