Enrique Lihn

No siempre se entiende o se quiere entender cuando una relación empieza a declinar, aunque se trate de un fenómeno irreversible. Eso ocurre siempre unilateralmente. Es uno de los miembros de la pareja el que la cancela, pero las señales que emite, de terminación, son doblemente ambiguas; teme darlas, en primer lugar, y luego el afectado se resiste a recibirlas conscientemente aunque las percibe, desde una nebulosa, con claridad.

pero el tiempo es el mismo donde quiera
transcurra y no transcurra:
una infinita hilera de presentes contiguos,

Yo no sé. Todo pasa, se nos dice. Pero yo no recuerdo, sólo vivo

“…eso preferiría, un poema de ciencia ficción”

En el pequeño mundo polvoriento pero persistente de la memoria
En el único mundo En el mejor de los mundos posibles Adiós.

Llévale a esa ciudad mis recuerdos desesperados
tú que entras y sales de ella
como de un territorio conquistado

Por unos segundos, los fuegos artificiales
nos hacen batir el record de la atención
que le prestamos, durante años, al cielo.

hemos venido a verlas, a las rocas, a los guardianes que no fueron abatidos, a las esfinges que guardaron silencio, islas en el desierto del cielo y de las aguas, hostiles aún a los pájaros salvajes, los cormoranes, las gaviotas rapaces e insidiosas

Mi poesía apenas da unos pasos en falso:
aún el árbol verde del pensamiento abstracto
tendrá aquí que seguir el dictado del viento
que tuerce el árbol de oro, transformándolo en piedra.

Nada habla por mi boca aquí, pero está bien
sentir que uno podría envejecer noblemente
mirando un barco viejo que termina de hundirse.