Aquí nos jugamos la comprensión del matrimonio y la respuesta al porqué vale la pena casarse, o sea, darse a sí mismo y acoger al otro en cuanto hombre o mujer, en su masculinidad o feminidad, para constituir el una caro conyugal, es decir, la unión en la naturaleza que supera, sana y purifica las concreciones de las diversas culturas, como recordaba san Juan Pablo II en el citado texto de Veritatis splendo