La familia es el ámbito más eficaz de la educación en las virtudes, no tanto como enseñanzas teóricas, sino como el modo bueno de vivir: el don desinteresado a los demás, la generosidad, el saber compartir, el sacrificio, el sentido de justicia, la fortaleza, la castidad, sobre todo si los hijos ven esas virtudes encarnadas en sus padres.