«Libre de apego y aversión». El tipo de amor que Buda quería que cultiváramos no es posesivo o apegado. Todos nosotros, ya seamos jóvenes o viejos, tendemos a encapricharnos. Tan pronto como nacemos, nos sentimos apegados al ser. En las relaciones amorosas sanas hay una cierta cantidad de posesividad y apego, pero si es excesivo, tanto el amante como su ser querido sufrirán. Si un padre cree que es «dueño» de su hijo, o si un joven intenta poner limitaciones a su novia, el amor se convierte en una cárcel. Esto también puede aplicarse a relaciones entre amigos, profesores, estudiantes y demás. El apego bloquea el