¿Cómo narrar un duelo? ¿Cómo descomponerlo en todos sus rostros, sus esquirlas? ¿Cómo atraparlo,
revelarlo, volverlo palpable? En Estas piedras Yamila
Bêgné hace mucho más que narrar un duelo: lo cincela, lo talla sobre piedras, en todos sus relieves; lo tornasola, lo descompone en todas sus instancias; lo reverbera sobre el agua, en todas sus luces, en todas
sus sombras. Estas piedras es un artefacto narrativo
imposible: es la ejecución perfecta de un duelo en la
materialidad de la lengua. Es un hecho literario: el duelo vuelto poesía, una perla trabajada con la paciencia del orfebre.
Para dar cuenta de la intimidad del dolor, Bêgné elige
narrar la historia de una familia: de una madre y de sus dos hijas. También elige narrar la historia de dos
hermanas. Y, también, la historia de una de ellas: de la
que sobrevive para contar. Esa operación tripartita que elige, desde el inicio, se sostiene en la estructura
misma del texto: esos destinatarios del relato, que también son tres: la madre, su pareja, la hermana.
En Estas piedras, la prosa pulida de Bêgné restalla en cada frase para volver asible lo inasible: para construir
la materialidad de una pérdida.
Estoy convencida de que Bêgné escribe con una lupa
en los ojos: la microscopía y la precisión con que esta
novela capta, desde su misma estructura, el proceso
de duelo de sus protagonistas es de un preciosismo
indeclinable. Es virtuosismo. Y es poesía.
Mariana Travacio