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J. Brian Bransfield

La fuente de toda santidad

El hombre añora la fe espontánea de su niñez y tiene sed de Dios, pues solo Él es “fuente de toda santidad”. El episodio evangélico de la mujer samaritana ofrece claves para colmar esa sed.
133 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2012
Publication year
2012
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Impressions

  • juan diego esquivias padillashared an impression6 months ago
    🙈Lost On Me
    🔮Hidden Depths
    💡Learnt A Lot

    Regular. Empieza bien.

Quotes

  • juan diego esquivias padillahas quoted6 months ago
    Papa Benedicto XVI lo explica: «… el Señor Jesús, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad. En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona, que atrae el mundo hacia sí»[39].
  • juan diego esquivias padillahas quoted7 months ago
    la murmuración es exactamente lo contrario del Sacramento de la Penitencia. En la confesión le decimos al sacerdote nuestros propios pecados; en la murmuración le contamos a un conocido las faltas de un tercero, ya sean reales o lo que nos parece a nosotros. En la confesión solo podemos decírselo a una persona, que está obligada por el sigilo sacramental a no contarlo nunca a nadie; en la murmuración contamos cosas a los demás sabiendo que ellos se lo contarán a otros. En la confesión cumplimos una penitencia; en la murmuración le imponemos a otra persona la penitencia de la difamación.
  • juan diego esquivias padillahas quoted7 months ago
    Hubo tres revoluciones de entidad en estos últimos 200 años que han influido grandemente en nuestra identidad: la revolución industrial, la revolución sexual y la revolución tecnológica[11]. La revolución industrial refiere a aquella frenética búsqueda de la felicidad mediante la adquisición de cosas tal como surgían de la cadena de producción. El consumo y la adquisición se convirtieron en el patrón de lo que tenía valor. La infraestructura que la industria requería arrebató al padre del hogar familiar. Después de que los beneficios y los negocios sustituyeran al matrimonio y a la familia, le llegó la hora al placer. La misma búsqueda frenética impulsó la revolución sexual, que no era de cosas, sino de placer. Tales esfuerzos no traen la felicidad, simplemente van ahondando una herida en nuestro corazón, y el malestar residual que se crea necesita una válvula de escape que a su vez empuja a una búsqueda aún más frenética. El sexo como placer se convirtió en una industria lucrativa.

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