Con un estilo sobrio, casi se podría decir marcial, Julio César escribe su Guerra Civil con las mismas intenciones que ya había mostrado al redactar la Guerra de las Galias: narrar sus éxitos militares con aparente objetividad, pero con la muy clara intención de ensalzar su figura y aducir las razones, en su opinión justificadas, que le llevaron a iniciar el conflicto. Esta crónica, precisa, elegante y bien estructurada, se centra en los primeros dos años de la campaña, desde su famoso paso por el Rubicón hasta su estancia en Alejandría y la muerte de Pompeyo.