Cualquier escena romántica parece incompleta sin una tierna melodía de violín. La amenazadora presencia de unos indios no resulta tan peligrosa sin la percusión de unos inquietantes tambores. Los metales hablarán de sentimientos heroicos, y el saxofón, tal vez, de sensualidad. Crear un ambiente a partir de la música no siempre resulta fácil. Pero quien lo logre será capaz de acompañar a la imagen de una manera sublime y estremecer al espectador en su butaca, hasta hacerle temblar, reír o llorar. Valorar una partitura cinematográfica exige unos conocimientos mínimos de música y de cine, que permitan relacionar con acierto imagen y sonido.
Como apenas existen textos en castellano, el autor ofrece aquí una propuesta divulgativa, con rigor y amenidad, que permitirá adquirir criterio de la mano de diez grandes obras maestras del cine.