Danzo alrededor de la hoguera sin compa-
ñía —y sin fuego— como demostración de
debilidad, como celebración de la estupidez,
danzo con la insistencia terminal propia de las
mentes atormentadas y los cuerpos exhaus-
tos. Aquí estoy, soplando un cuerno contra el
catabático, tiritando y soñando con la inani-
ción y el sarmiento, rezando al espíritu de la
ceniza para que se lleve la peste y las mantecas
que me visten, girando en torno a un agujero
húmedo que no guarda memoria de las brasas.