Al contrario de lo que el discurso historiográfico dominante nos ha hecho pensar, el surgimiento de Marruecos no solo puede entenderse a la luz de la independencia de 1956. Con siglos de historia tras de sí, es un país con una larga trayectoria de relaciones, tanto dentro de África como con los estados europeos. El territorio de Marruecos ha sido objeto de conquistas y lugar de establecimiento de numerosos grupos de población desde tiempos remotos. Desde el siglo XII a. C. vio pasar a fenicios, cartagineses y romanos, mucho antes de que el islam hiciera acto de presencia. La conquista árabe en el siglo VII d. C. inició un baile de fronteras que, en adelante, determinaría la historia de este territorio; un baile que llevó en algunas ocasiones dichas fronteras hasta las puertas de Francia —en el contexto de la conquista de la península Ibérica—, para luego verse replegadas o surgir dentro del propio territorio, con la aparición de nuevos grupos disidentes y divisiones internas. La sucesión de dinastías y el crecimiento de grandes ciudades —Fez, Marrakech, Casablanca, Rabat…— son el marco para el desarrollo de una historia que nos lleva hasta los repartos y rivalidades coloniales, el establecimiento de los Protectorados español y francés en 1912, con el papel decisivo del mariscal Lyautey, y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y, cómo no, hasta su independencia en 1956 y los sucesivos reinados de la dinastía alauí.