Algunas de nuestras comunicaciones más solidas no incluyen las palabras. Cuando abrazamos, los corazones conectan y sabemos que no somos dos seres aislados. Abrazar conscientemente y con concentración puede dar lugar a la reconciliación, la curación, la comprensión y la felicidad.
Puedes practicar la meditación del abrazo con un amigo, tu hija, tu padre, tu pareja o incluso con un árbol. Para practicar, primero inclina la cabeza y reconoce la presencia de la otra persona. Cierra los ojos, respira profundamente e imaginaos a ti y a tu ser querido dentro de trescientos años. Entonces, inhala tres veces profunda y conscientemente para situarte en el ahora por completo. Puedes repetir para ti mismo: «Al inhalar, sé que la vida es muy valiosa en este momento. Al exhalar, aprecio este momento de mi vida».
Sonríe a la persona que tienes delante y expresa el deseo que sientes de estrecharla entre tus brazos. Es una práctica y un ritual. La unión de cuerpo y alma para hacerse presente por completo, para estar lleno de vida, es un ritual.