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Siegmund Ginzberg

Síndrome 1933

  • Adal Cortezhas quoted10 hours ago
    Cómo se compró al pueblo
    Instrucciones para obtener la aceptación universal: hacerla obligatoria y, sobre todo, pagarla al contado. El mal uso de la palabra «pueblo» y la definición de quién forma parte de él y quién no. Inventaron la renta básica y mantuvieron la promesa de pensiones para todos. Pero acabaron dinamitándolas. Se proclamaron el Partido de la Honestidad, pero la nueva nomenclatura era más destructiva que la anterior.
  • Adal Cortezhas quoted11 hours ago
    «Nunca llegué a verlo ni lo oí hablar directamente, eso estaba prohibido a los judíos [...] Solo alcancé a captar retazos del discurso, en realidad, más sonidos que frases [...] Jamás he logrado comprender cómo con esa voz, que era todo menos melodiosa, forzada hasta el grito, con esas frases burdas, a menudo ni siquiera en un alemán correcto, con esa retórica falsa, tan ajena al estilo de la lengua alemana, fue capaz de conquistar a las masas, manteniéndolas cautivas durante un tiempo espantosamente largo...». Marshall McLuhan quizá le habría respondido que «el medio es el mensaje».
  • Adal Cortezhas quoted11 hours ago
    Hay un solo colectivo más «desenfadado» que los políticos: los periodistas. La prensa va mal, apenas vende, pierde lectores, es deficitaria, los balances son deplorables. Así que viven a la caza de noticias sensacionalistas para vender más ejemplares, y de ingresos publicitarios para evitar la quiebra. Los directores traman audaces operaciones financieras y los periódicos pasan de unas manos a otras, sin que ni los empleados ni los lectores se den cuenta. Hay una vorágine de compraventa de cabeceras, adquisiciones hostiles, casi siempre secretas, y fusiones opacas.
  • Adal Cortezhas quoted11 hours ago
    Ningún partido escapa de la corrupción. Todos están divididos en facciones y corrientes que se despedazan entre sí. Los líderes y los hombres del sistema tienen un rasgo común: se ponen la zancadilla y hacen carrera a codazos.
  • Adal Cortezhas quoted12 hours ago
    El filósofo Carl Schmitt defendió que Hitler encarnaba la justicia, la justicia viva que emanaba del pueblo, no aquella que se empantanaba en «sofismas». «El Führer siempre es también el Juez [...] No está subordinado a la Justicia, sino que él mismo es la Justicia», sostuvo el «ilustre jurista» para legitimar la Noche de los Cuchillos Largos, en la que Hitler se arrogó a un tiempo el papel de fiscal, juez, jurado y verdugo.
  • Adal Cortezhas quoted2 days ago
    desesperados
    ¿De dónde salía ese odio a los judíos? Entre las numerosas explicaciones posibles hay una que de entrada resulta extraña: la envidia. Es la que propuso en 1933 Siegfried Lichtenstaedter, un alto funcionario bávaro retirado, judío y a la vez alemán hasta la médula. En sus ratos libres escribía novelas en las que abundan las profecías. Acierta a menudo, y volveremos sobre él más adelante. Afirma que el resentimiento de los antisemitas nace de la envidia. Envidian a los judíos porque son cultos, ricos, exitosos, más felices que ellos. La envidia es una razón suficiente para odiar. Al envidioso puede carcomerlo el rencor, pero nunca admitirá que en el fondo desearía parecerse al otro. Muy al contrario, lo denigra, asegura que le repugna, lo tilda de ladrón, canalla, inmoral, estafador, astuto si tiene éxito, parásito si no lo tiene, despreciable en cualquier caso. Niega querer llegar a ser como él. Solo sentirá una impagable satisfacción si el otro cae en desgracia, si pierde lo que el envidioso considera ventajas y privilegios. En alemán existe incluso un término específico para designar el disfrute, la alegría por la infelicidad ajena: Schadenfreude.
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