Una tercera consideración —y aquélla en la que Carey se fijó de verdad—, era observar cómo el muchacho trataba y se relacionaba con los niños; especialmente con los pequeños. Porque, como puedes notar, mi hija tiene dos hermanos más pequeños que proporcionan un perfecto tornasol. Antes de que le diera aquellas ideas, ella acostrumbraba a asegurarse bien de que David y Dale no estuvieran a la vista cuando llegara el chico con el que había de salir. Después de nuestra conversación, sin embargo, Carey pedía a sus hermanos que abrieran la puerta y hablaran con aquél mientras ella se "preparaba". Era interesante observarla estudiando a su galán desde un escondite para ver cómo se portaba con los chicos. Nuestra charla ha ayudado verdaderamente a mi hija a obtener un discernimiento inestimable de los muchachos con quienes ha salido.
No obstante, debo admitir que en cierta ocasión, "el tiro salió por la culata" y me alcanzó a mí. Estando en la universidad, a Carey le simpatizó un estudiante al cual trajo a casa para que le conociéramos; y para ayudarle a causarme una buena impresión, le dio al chico instrucciones específicas de que tratara a David y a Dale amablemente.
Otra característica de una persona que será un buen cónyuge, un buen padre o una buena madre, es su capacidad para razonar. Esto es decisivo en las relaciones tanto matrimoniales como entre padres e hijos —para ser una persona razonable, uno tiene que poder razonar. Si se puede razonar, por lo general se es capaz de llegar a un acuerdo o a un compromiso en los conflictos familiares; en otras palabras: uno puede argumentar desde su punto de vista, pero ser capaz de aceptar que está equivocado, y estar dispuesto a hacerlo o a avenirse, así como a llegar a una comprensión