HACERSE VIEJO
TE estás haciendo viejo.
Es un hecho, te dices,
que debes afrontar sin demasiada histeria,
con la serenidad, precisamente,
de un viejo, de un escéptico,
de un hombre que anticipa su derrota.
Te estás haciendo viejo y no lo niegas.
En público lo afirmas con cierto desahogo
y hasta alardeas de ello,
como si el tiempo hubiera añadido algún mérito
a tu desordenada inteligencia.
Los chispazos de ingenio brillan más en la noche.
y los tuyos parecen condenados
a llamar la atención cada vez más
por lo desesperado e inesperado,
por su fulgor insólito de cohete de feria.
Piensas en ello mientras se aleja una mujer
de la edad de tu hija,
y que igual que tu hija
te ha escuchado con leve displicencia,
como se escucha a un viejo,