Escuchar relatos, simples, cotidianos que mis tíos contaban en casa para entretener a los abuelos y mantenerlos al tanto de la vida de cada uno de sus hijos. Relatos que guardé en mi mente, pero la mayoría en el corazón. Esas historias marcaron para siempre mi camino, mezcla rara de alemanes, suizos, italianos, franceses y por ahí, en el medio algo de moro y un toque polaco perdido en el horizonte fluye por mis venas que hacen que, como antaño lo hicieran los abuelos, no quiera que se pierdan en la vorágine de esta vida sistematizada y globalizada, pero… ¿cómo hacerlo? Escribiendo.