―No soy el mejor en un lenguaje florido, así que voy a mantenerlo simple. ―Mierda, ¿me estaba temblando la voz? Esperaba que no―. Nunca he creído en el amor. Nunca lo quise. No le he visto el valor práctico y, para ser honesto, lo estaba haciendo muy bien sin él, pero entonces te conocí. Tu sonrisa, tu fuerza, tu inteligencia y compasión, incluso tu obstinación y terquedad. Tú llenaste una parte de mi alma que siempre pensé que estaría vacía, y curaste cicatrices que no sabía que existían. Y me di cuenta... que no es que yo no creyera en el amor antes, es que lo estaba guardando todo para ti.