servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo» (Barragán, 2000: 59). Como «lugar de reposo, de placer apacible», el jardín surge de una doble operación de recorte: del entorno natural cuyas proporciones excesivas superan la cognición humana, y también del mundo contemporáneo, de un entorno social que es percibido como agresivo, susceptible a la intrusión de una otredad indefinida que exige compartir el espacio del Yo. «Debemos devolver al hombre, por medio del jardín privado, el tesoro de tener una mayor vida privada»