Aspirar a que el mundo sea un lugar hospitalario ha terminado por convertirse en una de las últimas utopías pensables. Hemos incorporado a nuestro paisaje cotidiano la imagen de hombres, mujeres y niños vagando por el planeta, por sus desiertos y por sus mares, como cuerpos en pena, en busca de un lugar en el que recalar, en el que poder desarrollar un proyecto de vida, por sencillo y modesto que sea.