Leer contra la nada

Los servicios que presta la biblioteca pública se articularán en torno a los siguientes objetivos relacionados con la información, la educación y la cultura:
1. Crear y consolidar el hábito de la lectura en los niños desde los primeros años.
2. Prestar apoyo a la autoeducación y la educación formal de todos los niveles.
3. Brindar posibilidades para un desarrollo personal creativo.
4. Estimular la imaginación y creatividad de niños y jóvenes.
5. Sensibilizar respecto del patrimonio cultural y el aprecio de las artes y las innovaciones y logros científicos.
6. Facilitar el acceso a la expresión cultural de todas las artes del espectáculo.
7. Fomentar el diálogo intercultural y favorecer la diversidad cultural.
8. Prestar apoyo a la tradición oral.
9. Garantizar a todos los ciudadanos el acceso a la información comunitaria.
10. Prestar servicios adecuados de información a empresas, asociaciones y agrupaciones.
11. Contribuir al mejoramiento de la capacidad de información y de las nociones básicas de informática.
12. Prestar apoyo a las actividades y programas de alfabetización destinadas a todos los grupos de edad, participar en ellas y, de ser necesario, iniciarlas.
Manifiesto de la UNESCO en favor
de las Bibliotecas Públicas

Las bibliotecas, además de cumplir sus labores informativas, de lectura, estudio, trabajo y consulta, han retomado su vieja semántica, han vuelto a ser —ese era el nombre con el que se las denominaba en el Antiguo Egipto— «casas de vida» donde nunca el contacto humano será prescindible.

No hay sociedad lectora que no se sostenga sobre la concurrencia coordinada, persistente y abierta de tres vectores principales, que son, por orden: familia, sistema educativo y comunidad en su conjunto.

Conozco más de un caso de personas que han vivido y tenido las mejores condiciones propiciatorias para leer y que apenas practican la lectura. Y otros, venidos de entornos en nada favorecedores, que son lectores voraces.

La genial creación del alfabeto fenicio, compuesto por 22 signos (solo recogían las consonantes) y cuyo primer vestigio data del año 1000 a. C., tuvo dos antecedentes fundamentales: la triple escritura egipcia —pictográfica, hierática y demótica—, casi infinita en su uso de símbolos jeroglíficos; y la mesopotámica escritura cuneiforme, derivada de las marcas contables que, en pequeñas piezas de arcilla —del año 8000 a. C.—, mercaderes y artesanos sumerios realizaban para regular sus compras o ventas.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
LEÓN FELIPE, Revista Babel,1944

Todo el progreso de nuestra especie se basa en estas dos características esenciales: ser seres supersociales y ser seres hipercomunicativos. Cuanto mayores sean nuestra socialización y nuestras experiencias y destrezas comunicativas, mayores y más permanentes serán nuestros avances.

El ser humano integra dos dimensiones ambivalentes: la conciencia de su yo, el «aferramiento al propio ser», como lo define el profesor Emilio Lledó, y su necesidad de vivir en comunidad, de construir la intersubjetividad.

Una última reflexión: nuestra capacidad lectora está directamente relacionada con nuestro conocimiento de las palabras. Con el número de las que conozcamos. Y con los diversos contextos en los que ellas intervengan, pues una palabra no solo adquiere importancia en sí misma, sino también en la relación, en la asociación que tenga con todas las demás.

MARYANNE WOLF, Cómo aprendemos a leer:
Historia y ciencia del cerebro y la lectura