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Hiromi Kawakami

Los amores de Nishino

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«¿Qué será el amor? Las personas tienen derecho a enamorarse de otros, no a que los demás las amen». Todas han amado a Nishino. Todas han sucumbido, aunque solo sea durante una hora, a ese hombre seductor, imprudente y salvaje como un gato, que se inmiscuía de manera natural en la vida de las mujeres a las que deseaba conquistar. Pero ¿quién era Nishino? Ellas, que guardan en la memoria el vivo recuerdo de su cálido aliento, de sus silencios indescifrables y sus gestos de indiferencia, toman la palabra para recrear la figura llena de encanto de un hombre conmovedor e inalcanzable. A través de este retrato también ellas revelan quiénes son. Sus testimonios son variaciones llenas de humor, sensualidad, inteligencia y melancolía sobre ese extraño sentimiento llamado amor.
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164 printed pages
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Impressions

  • Belen Delfinshared an impression5 years ago
    👍Worth reading

Quotes

  • Silvia Arenashas quoted2 days ago
    A su alrededor flotaba una misteriosa aura. Un aura de la que carecía el resto de chicos de la clase. Yo tenía la sensación de que aquella aura, por más que intentaras empujarla y adentrarte en ella, no tenía fin. Cuanto más intentabas apartarla, más te adentrabas en ella. Nunca llegabas a alcanzar a Nishino, que estaba al otro lado. Sin embargo, era suave, cálida y muy agradable. De pronto tenías la falsa sensación de que aquella aura era el propio Nishino.
  • Silvia Arenashas quoted2 days ago
    La verdad es que a Tōko, antes de empezar a salir con Kitabayashi, le gustaba un poco Nishino. Hablaba constantemente de él. Nishino, en cambio, no parecía demasiado interesado en ella. Chie siempre se reía de Tōko: «Pero ¿qué le ves a Nishino?». Yo notaba en el tono de Chie una pizca de amargura. A veces sospechaba que quizá a ella también le gustaba Nishino, pero nunca lo dije en voz alta.
  • Silvia Arenashas quoted2 days ago
    Nishino estaba a solas con una mujer, ambos sentados en mi piedra, al lado del magnolio. No una chica, sino una mujer. Una mujer de piel blanca y cabello corto.

    Dejé escapar un «¡ah!». No por el hecho de que estuvieran sentados en la piedra que yo solía usar, ni porque él estuviera a solas con una mujer.

    Fue porque la mujer que acompañaba a Nishino era idéntica a mi madre.

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