Jugando con la ingenuidad, Alicia Medina inicia Piel de mis días, intentando contar qué es un poema, y va desgranando su fino e ingenioso erotismo para hablarnos de uno que se gesta «amante imaginario e incondicional, danzando desnudo manzana en mano, con ausencias de cabellos en su extraño cráneo, y sintiendo por instantes que en cualquier momento habrá de nacer». Y luego de un camino plagado de atrevidas agudezas, finaliza con otro poema donde impregna la locura de un particular erotismo, redondeando la idea de que la sensualidad se encuentra en todos los niveles, no solo en la rutina cotidiana, sino incluso en aquella temida realidad que por esas cosas inciertas del destino, algunas personas se la visten sin ánimo de vanagloriarse ni llamar la atención.
Una poesía que madura en la búsqueda de su verdadero sincronismo con la Alicia de carne y hueso. Una continuidad acertada del poemario Mujer vs Hembra, que recorre el inmenso espacio en que juega la poesía, para convertirse día tras día, palabra tras palabra, verso tras verso, en su contraparte.