En La vida de las líneas, Ingold desarrolla una antropología filosófica y ecológica que es a la vez amplia, integradora e inclusiva. Su narrativa es poética y entrelaza cuerpos, mentes, paisajes, topografías y percepciones en un encuentro de líneas. Nos lleva en un viaje a través de movimientos, nudos, climas, atmósferas y superficies guiándonos hacia una conclusión esencial: humanar es un verbo.